La increíble historia de la “Muerte Blanca”, el mejor francotirador de la historia

La increíble historia de la “Muerte Blanca”, el mejor francotirador de la historia130shares

Este Diciembre se cumplen 78 años de que el mejor francotirador de la Historia podía presumir de haber batido su récord de muertes confirmadas, pero este era sólo el principio de la leyenda de la Muerte Blanca. Simo Häyhä era un granjero finlandés que vivía una vida sencilla cazando animales salvajes para sobrevivir en el frío invierno. Aunque pertenecía a la guardia civil, apenas hacía nada más que participar en ejercicios militares de vez en cuando.

Eso iba a terminar en Diciembre de 1939, cuando Häyhä, con 34 años, se convertiría en una leyenda en los campos de batalla. La situación política era muy delicada; la Unión Soviética tenía la seguridad de que la Alemania de Hitler iba a intentar una invasión más pronto que tarde, después de haber invadido Polonia el Septiembre pasado, un acto que inició la Segunda Guerra Mundial.

Para que la defensa de los soviéticos tuviese éxito, tenían que dirigir a las tropas alemanas por donde ellos querían, y eso suponía controlar más territorio. Leningrado (San Petersburgo en la actualidad), se encontraba a apenas 32 kilómetros de la frontera con Finlandia, por lo que la Unión Soviética optó por tomar medidas drásticas para evitar que el enemigo se pusiese a sus puertas: invadir y controlar partes de Finlandia.

Simo Häyhä, el futuro tormento de los soviéticos, vino al mundo en el pueblo de Rautjärvi el 17 de diciembre de 1905

Haya fue el segundo hijo más joven de una familia de ocho. Estudió gramática en la escuela y, muy pronto, comenzó a ayudar a sus padres en la granja familiar. Sus hobbys siempre incluyeron el esquí, disparar, cazar y jugar al Pesapallo, la versión finlandesa del baseball.

El destino quiso que la aldea en la que vivía estuviese muy cerca de la frontera con Rusia

Häyhä ingresó a la edad de 17 años en la Guardia Civil Finlandesa, un cuerpo que provenía de la vieja Guardia Blanca que había combatido en la guerra civil del país contra la denominada Guardia Roja. En este cuerpo, nuestro héroe pasó horas y horas al aire libre perfeccionando su puntería. Ese número incontable de disparos, unido a su talento natural, le convirtieron en uno de los mejores tiradores de su unidad.

Entre 1925 y 1927 (con apenas 20 años y 1,52 metros de altura), llevó a cabo el servicio militar obligatorio de su país en el Batallón Ciclista

Fue un experto tirador. Ganó competiciones acertando seis veces en un minuto a un pequeño objetivo ubicado a 150 metros de distancia.

Posteriormente fue ascendido a cabo después de cumplimentar el curso de suboficiales

Apenas unos meses después superó las pruebas para convertirse en francotirador. Sin embargo, terminó retirándose a la granja familiar para tener una VIDA tranquila. Al menos, hasta que comenzó la Guerra de Invierno.

Sin previa declaración de guerra, el Ejército Rojo atacó Finlandia el 30 de noviembre de 1939

Al contrario de lo que hicieron los polacos frente a los alemanes, ellos se retiraron a una sólida línea defensiva desde la que poder rechazar a los rusos

A partir de ese momento comenzó la denominada Guerra de Invierno

Una contienda destinada a ser un paseo militar para el gigantesco ejército de Stalin. Sin embargo, el Ejército Rojo encontró en aquellas gélidas tierras un escollo que sus tropas, en su mayoría inexpertas, no pudieron sortear: la determinación de las tropas locales.

La resistencia finlandesa fue feroz, mientras que la actuación soviética, pese a su abrumadora mayoría numérica, fue pésima

Muchas de las unidades soviéticas desplegadas inicialmente eran de Asia Central y no estaban entrenadas ni equipadas para una guerra invernal.

La «Muerte blanca» y el ejército finlandés, además, usaron un tipo de combate muy característico durante la Guerra de Invierno: el de la guerra de guerrillas

Así, mientras que los rusos apostaban por mover sus gigantescos contingentes de infantería por carreteras concurridas, los defensores prefirieron esconderse en los bosques y atacar solo cuando les era propicio.

Cuando comenzó la contienda, Häyhä decidió reincorporarse al ejército finlandés para luchar contra los soviéticos

Y a partir de ese punto logró ganarse el apodo de la «Muerte blanca». No solo porque aniquilaba a cualquier ruso que se pusiera frente al cañón de su fusil, sino porque solía acudir a la batalla vestido como un auténtico fantasma. Es decir, con abrigo blanco, una máscara del mismo color que le cubría casi la totalidad de la cara y unos guantes a juego. Este aspecto espectral (junto a la cantidad de bajas que produjo) le llevó a ser uno de los francotiradores más temidos por los hombres de Stalin.

Häyhä amaba disparar a temperaturas bajas (entre 20 y 40 grados bajo cero, según varios historiadores) poniéndose un trozo de nieve en la boca para evitar que su aliento desvelase su posición

Ese no era el único «truco» que usaba para evitar que le detectasen. Además, solía compactar la nieve que había frente suyo para que no se desprendiese y delatase el lugar exacto en el que se había escondido y, por descontado, para apoyar sobre ella el arma y no errar el disparo.

Finalmente nuestro protagonista odiaba disparar con mira telescópica por dos razones

La primera era que la luz del sol que se reflejaba en el cristal podía delatar dónde se encontraba. La segunda, que las lentas solían romperse debido al frío. Por todo ello, utilizaba las alzas metálicas del rifle. Todos estos trucos le permitieron sumar un total de 505 bajas acreditadas con su fusil de francotirador. Sin embargo, algunos historiadores elevan este número a 542. Y a esta cifra hay que sumar otras 200 víctimas no confirmadas mediante el subfusil que usaba en las distancias cortas. Y logró aniquilar a todos estos soviéticos en un total de 100 días.

Sus números fueron tan increíbles, que en principio sus oficiales no se los creyeron

Por ello, ordenaron a un oficial que siguiese de cerca a Simo y contase él mismo las bajas que realizaba. Cuando Häyhä rondaba cerca de 200, y después de haber mantenido un duelo particularmente épico con un francotirador enemigo, el oficial regresó a dar parte de ello. Posteriormente fue ascendido a sargento.

En las semanas posteriores ningún fusil soviético pudo acabar con Simo

Tampoco los bombazos disparados por la artillería que Stalin enviaba contra él. Parecía inmune a las balas. Pero ese espejismo acabó pronto. En marzo de 1940 se demostró que, por muy héroe que fuera, también podía recibir heridas. El 6 de marzo de 1940 recibió un disparo en la cara de una bala explosiva. El cartucho entró por la parte superior de su labio y le perforó la mejilla.

El impacto le destrozó el lado izquierdo de la cara hasta tal punto que se llegó a decir que "le habían volado medio rostro". Por suerte, y a pesar de la cantidad de sangre que perdió, sus compañeros pudieron evacuarle de la zona y llevarle hasta un hospital cercano, donde permaneció en coma hasta el día 13. Poco después, Finlandia firmó la paz con la URSS a cambio de cederle una parte de su país.

Ya como un héroe, Häyhä fue expulsado de su casa debido a que esta se encontraba en el territorio conquistado por la Unión Soviética

No lo quedó más remedio que trasladarse a la granja de un familiar. Necesitó nada más y nada menos que 10 operaciones quirúrgicas para recuperar parte de su rostro, severamente desfigurado después del disparo. 

Con todo, logró vivir en paz criando animales y alejado de la guerra hasta el 1 de abril del año 2002, cuando dejó este mundo, a los 97 años

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