El feminicidio en Ciudad Juárez, la historia sin final

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Cómo es vivir en el peor lugar de todo México para ser mujer.

Fuente: Univision

María Sagrario González Flores tenía 17 años cuando desapareció en 1998. Trece días después, su cuerpo fue hallado en Loma Blanca, en el Valle de Juárez, con huellas de tortura y abuso sexual. Ella es una de las cientos de víctimas de feminicidio, el asesinato de mujeres por razones de género en Ciudad Juárez, un delito con el que se asoció a la urbe durante muchos años y que hoy, aunque se hable menos de él, sigue vigente.

Las caras de las víctimas, mujeres jóvenes, se pueden ver pintadas en las paredes de la ciudad. En el muro frente de la estación de tren está el retrato de una joven con la leyenda: “Diana R. Ramirez Hdez Desaparición 01-ABR-2011”. Pero quizás lo más difícil de entender es que lo que le pasó a ella sigue siendo una amenaza para otras mujeres.

En los últimos 18 años, Paula Flores, madre de María Sagrario, ha seguido buscando justicia para su hija, víctima del feminicidio, y para las demás jóvenes desaparecidas.

El reconocimiento de la palabra feminicidio es elemental para que se haga justicia. Se entiende por feminicidio, el asesinato de una mujer por el hecho de ser mujer, produciendo la violación de todo derecho humano en ámbito público o privado, compuesta por un conjunto de conductas misóginas normalmente acompañada de impunidad social y por parte del Estado que normalmente culmina en homicidio y otras formas de muerte violenta de mujeres"

Definir este tipo de violencia es importante porque parte del problema que se ve tanto en México como en otros países es que la policía y las autoridades del estado o ignoran o no registran muchos crímenes en contra de la mujer.

Las víctimas: niñas y mujeres pobres

Por ejemplo, en Ciudad Juárez, quienes registran los feminicidios son investigadoras académicas como Julia Monárrez Fragoso y no la policía. Hasta la fecha, ha contado 1,604 víctimas y niñas y mujeres siguen desapareciendo.

En ese sentido, Monárrez Fragoso lamenta que no hay voluntad política "para que esta atrocidad termine". Para ella, uno de los motivos por los que no se habla del problema es que las víctimas son en su mayoría niñas y mujeres pobres, marginalizadas:

 "Son vidas que no interesan a nadie; son a quienes la ley no protege, por lo tanto, se les puede desaparecer y matar, mientras se mantiene el anonimato y el amparo de sus victimarios. Nunca he escuchado por parte de las funcionarios públicos una muestra de indignación, un compromiso con la justicia de género, que les lleve a declarar: esto va a terminar"

Lo que piden las familias: justicia

El día que María Sagrario Flores desapareció, las autoridades se negaron a escuchar la historia de su madre; tampoco quisieron hacer un reporte y Paula sospecha de cómo se ha llevado el caso en los juzgados. 

Fuente: Univision

Según las autoridades, el único responsable del caso de Sagrario es José Luis Hernández, quien está en la cárcel desde el 2005 con una sentencia de 29 años. Sin embargo, de acuerdo con Paula, el problema con esa historia es que Luis Hernández siempre ha mencionado a más cómplices.

“Pienso yo que de verdad se cometieron muchas irregularidades, desde lo que he declarado siempre, hasta equivocarse de tumba para su exhumación. Lo que yo estoy pidiendo, así más fuerte, es que traigan a José Luis y que se haga la reconstrucción de hechos que nunca se hizo. Las autoridades quisieran cerrar el caso diciendo que nada más es él, que él es el único."

Cuando Sagrario desapareció, su familia se movió mucho porque se dieron cuenta de que más niñas habían desaparecido entre los años 93 y 95, pero que sus familias no habían denunciado nada. Justo por eso decidieron romper el silencio, alzaron la voz por Sagrario y pegaron y repartieron más de 400 volantes.

Paula acompañada de su otra hija, Guillermina, se unieron al grupo “Voces sin Eco”. Para hacerse oír, este grupo empezó a pintar cruces negras con fondo rosa en los lugares concretos donde las chicas habían ido desapareciendo. Desafortunadamente el grupo no sigue activo, aunque muchas de esas madres siguen conservando las cruces como símbolo de lo que pasó y sigue pasando con tantas niñas, muchachas y mujeres. “En Voces Sin Eco, las mamás buscábamos la justicia, buscábamos la prevención, queríamos que ya no ocurriera eso, pero veo que desgraciadamente siguen desapareciendo niñas; y no quiero ser negativa, pero esto no sé cuándo vaya a parar”, lamenta Paula.

Su dolor le condujo al activismo e incluso la llevó a fundar una escuela en su barrio, Lomas de Poleo, que lleva el nombre de su hija. Hace poco, Paula pidió la colaboración de un artista para que pintara un mural de María Sagrario enfrente de su casa. “Significa mucho tenerlo aquí, el mural de mi hija, para mí. Aunque tengo fotos yo siento que está aquí, donde ella tiene que estar; está en el Kinder María Sagrario, y en cada una de estas cruces vive Sagrario”.

A veces, Paula repinta las cruces que hay por toda la ciudad para que nadie se olvide de lo que está pasando. Además, la incansable Paula asegura que cada vez que comparte la historia de su hija siente que la joven sigue viva.

Fuente: Univision

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