Conoce la historia detrás de las deshonrosas muertes de estos 10 monarcas británicos

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Difícilmente existe algo más solemne y pomposo que la monarquía británica, no en vano ha sido considerada por muchos historiadores como una de las más poderosas de todos los tiempos. Fue debido a su gran expansión y dominio que antaño se decía que el sol nunca se ponía sobre el Imperio Británico. 

De los Tudor a los Windsor, los regentes de estas casas reales han marcado la historia y se les sigue reconociendo por su grandes logros y hazañas. ¿Pero qué tal si te dijéramos que muchos de ellos, a pesar de su noble estirpe y privilegios, murieron en absurdas o muy deplorables circunstancias? 

En buenamente nos dedicamos a compilar varias de estas historias, desconocidas para muchos, con el fin de explicar cómo fueron los últimos días de estos diez monarcas que no precisamente mantuvieron el rigor y la hidalguía que alguna vez los caracterizó. 

Enrique VIII

Es uno de los reyes más famosos de Inglaterra, especialmente por su adicción al matrimonio, ya que se casó seis veces. Célebre por sus excesos, al final de sus días pesaba más de 180 kg y sufría de úlceras cutáneas y escaras. Tal fue su estado de descomposición al morir que, a pesar del revestimiento de acero de su ataúd, su cuerpo supuestamente explotó, regando sus efluvios corporales por las calles.

Jorge V

Debido a su adicción al tabaco, el rey Jorge sucumbió a una enfermedad pulmonar y cayó en cama, recibiendo oxígeno constantemente. Con el fin de preservar su dignidad, su médico de cabecera le administró una inyección letal de cocaína y morfina, para no prolongar su agonía y para que los periódicos pudieran reseñar su muerte a primera hora de la mañana. 

Guillermo II

El tercer hijo de Guillermo el Conquistador murió cuando fue alcanzado por una flecha durante una cacería con sus hombres. Debido al odio que le profesaban sus súbditos, su cuerpo fue dejado allí en el sitio donde cayó, hasta que unos campesinos se apiadaron de él y lo trasladaron a la catedral de Winchester.

Jacobo II de Escocia

Un entusiasta promotor de la artillería moderna, el rey Jacobo II murió como consecuencia de la inexperiencia en el manejo de la pólvora, cuando una bala de cañón le explotó de cerca.

Guillermo el Conquistador

Guillermo, el rey normando que conquistó Inglaterra y sobrevivió a innumerables combates, murió de la forma más irónica, cuando su caballo frenó abruptamente y su silla de montar se clavó en su vientre, desgarrándole las entrañas.

Jorge II

Este rey que, tras la muerte de su esposa, juró que nunca se volvería a casar, sino que se consagraría a sus amantes, vivió una vida bastante agitada. Al final de su vida, se encontraba medio ciego y casi completamente sordo. Murió de un aneurisma cuando pujaba sentado en su retrete real.

Juan I

Juan I, o como se le conoció: Juan sin Tierra, quien sirvió de inspiración para el villano príncipe Juan de la leyenda de Robin Hood, pasó sus últimos días en un muy deplorable estado, enfermo de disentería y vagando por varias estancias, aunque se dice que el golpe mortal se lo asestó un barril de melocotones que engulló. 

Jacobo I de Escocia

Su muerte fue el resultado de una conspiración para derrocarlo. Cuando le advirtieron que unos 30 hombres venían por él, el rey, ataviado aún en su ropa de dormir, buscó refugio en una alcantarilla, donde irremediablemente fue descubierto y apuñalado en el sitio.

Enrique I

Enrique I murió de intoxicación tras haber comido una lamprea, un pez parásito que incluso en esos tiempos no recomendaban consumir. Crónicas de la época relatan que fue tal su descomposición, que el médico forense encargado de extraer su cerebro murió al aspirar el nauseabundo y tóxico olor que despedía su cuerpo.

Alejandro III de Escocia

Ignorando la advertencia de quienes le aconsejaron no cabalgar con mal clima, el monarca insistió en viajar para ver a su esposa, la reina Yolande, y pasar con ella su cumpleaños. Al parecer, su caballo dio un traspiés en la oscuridad de la noche y el rey cayó abruptamente por un precipicio, rompiéndose el cuello. 

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